Lic. Oscar Fernando Ojeda Guamán

PARTE II: Los honrosos cargos públicos

Cañar, uno de los cantones más antiguos del país; en este 2024 celebra su Bicentenario. Este suceso trascendental conlleva a que hagamos una larga pausa reflexiva, respecto a algunos tópicos de interés colectivo, que convergen alrededor de este acontecimiento: Sus personajes ilustres, es sin duda, un altísimo punto de inflexión.

Para alcanzar ese sitial de “personalidad ilustre”, tendría que ser un referente de vida, quien realizó una hazaña extraordinaria, de mucho valor (no en lo monetario) en uno de los campos del conocimiento: historia, cultura, sociedad, política, educación e infinidad más.

Cañar, tiene la valía de contar con una pléyade de seres humanos trascendentes, que dejaron impronta: símil al diáfano accionar de ese legado, haciendo que su pensamiento, trascienda lejos de su terruño natal. Siendo esta causa sustancial que enorgullece a la población cañarense y, para sus descendientes, un referente a que ellos continúen, labrando nuevas páginas de gloria.

Estando a “vísperas del Bicentenario”, hay un camino agreste, recio y difícil de superar: son esas “trabas sociales o taras mentales” de un amplísimo sector de la urbe, personas presumidas en un inexistente ego, bajo el falaz argumento de descender de una “familia ilustre” es condición sine qua non, para denigrar, cayendo en la ofensa peyorativa y discriminatoria, algunas expresiones son: “cholos, chazos, mitayos, igualados”.

Pregunto: ¿Cómo se sentirían o cual sería la reacción de aquellos personajes ilustres, percatándose de que sus descendientes actúan así? o peor todavía: Que a expensas de su pasado glorioso, de esa vida consagrada al servicio desinteresado, sea un vil instrumento para coaptar un honroso cargo público. 

En la década de los 80 y 90, dos grupos políticos, tuvieron amplia hegemonía en el país, esparciendo rápidamente los tentáculos de poder; el “sur del Ecuador” no fue la excepción y, al tener “amistades empoderadas e incondicionales” fueron difuminándose en las distintas instituciones públicas del cantón, ¿meritocracia?, ¿méritos? ninguno, salvo escasas excepciones.

Honroso cargo público, que debido a la pequeñez de sus ideales solo les sirve para acrecentar aquel supuesto “poderío y grandeza”; más no tener como norma básica el servicio eficaz y cumplimiento digno… Sería un mal menor o tolerable, si en su vida académica, hubiesen sido estudiantes laureados de universidades de renombre, ¡doble acto inmoral!, si faltaba un aperitivo o plus adicional, esta plaza laboral pretende ser “heredada o delegada” de generación en generación, es decir al culminar su vida laboral, otro familiar inmediatamente, va en su reemplazo o si hay una vacante, están al acecho, para ocuparla. 

No está muy lejos el día, en que el centro cantonal sea propiedad de migrantes o indígenas, similar a lo que ya acontece en Otavalo; cuando eso suceda, esa soberbia les será devuelta en su propia cara o  para aquel entonces los “finos gilletes cañaris” tendrán a este cantón, simplemente como “lugar de trabajo”, porque su patrimonio y portentosa residencia, estarán emplazados, en otros destinos o urbanizaciones exclusivas. 

Son situaciones que se ven, se sienten y perciben en nuestro pueblo; sin duda hay amplitud de ejemplos por relatar, dejamos como un abre boca “los camisetazos” de toda índole, que enmudece conciencias y denigra la ética del ser humano de bien…