EDITORIAL DEL 10 DE AGOSTO DE 1919
EDITORIAL DEL 10 DE AGOSTO DE 1919
¡SALVA CRUCE, LIDER ESTO!
“Puesta en salva la cruz, sed libres”: he ahí la expresión más
sublime brotada del corazón de verdaderos patriotas, el lema sacrosanto de
nuestra independencia, armados del cual un grupo de valientes ofrendar sus
vidas para darnos la libertad.
¡SALVA CRUCE L8BERTATEM ET GLORIAM CONSECUTOM!
Hoy 110 años que el noble pueblo de Quito, entusiasmado por los
patriotas Morales Salinas, Ascásubi, Riofrio, Arenas Bustamante, Larrea,
Villalobos y los Montúfares asumiendo el ejercicio de su soberanía en nombre de
la antigua presidencia se declaró libre
e independiente y formó una Junta Soberana de Gobierno.
Hazaña grandiosa llevada a la cima, por la abnegación de nuestros
héroes. Fecha la más grande de nuestra historia
política el 10 de agosto de 1809.
Cómo no sentirnos llenos de alborozo, ante el recuerdo de la magna
hecatombe que tuvo por origen nuestra autonomía. ¡Cómo no bendecir la memoria
de los padres de la Patria que se inmolaron por nuestra libertad!
Santa libertad conquistada al precio de sangre generosa y del más
cruento de los sacrificios; ¡bendita seas!
¡Gloria a ti! ¡Patria mil veces acariciada por la virtud y el
heroísmo de tus mejore hijos! Gloria a tus próceres que nos trajeron en los
pliegues de su bandera “la cruz del Nazareno”, y supieron proclamar siempre en
alto como programa de nuestra independencia: Religión y Patria.
Hoy la moderna impiedad se dispara contra la más santa de nuestras
creencias; quiere arrebatarnos aquello que tantos sacrificios y desvelos costó
a nuestros mayores. El liberalismo con sus reformas olvida la preciosa herencia
que nos negó el honor legendario de otros tiempos, para sumirnos en un abismo
de desventuras.
¡Ah! Que la sangre derramada en los altares de la Patria, sea ahora
y siempre el símbolo de redención y gloria que nos dio el honroso título de
pueblo independiente.
Ecuatorianos: respetemos la religión, así como respetaron nuestros
antecesores, odiemos la tiranía, amemos la paz y el trabajo, ¡fuentes de
nuestra cultura y bienestar y ante cuyo influjo los pueblos se hacen grandes!