CAÑAR: NATURALEZA ENVOLVENTE Y UN RINCONCITO DEL ALMA TAN PRESENTE…
Oscar F. Ojeda G.
Cuando las
circunstancias me permiten, vuelvo a contemplar la naturaleza envolvente &
viva del terruño de antaño, que en la distancia cuánto se añora, queriendo
volver a posar los ojos sobre ella…
Cuál acuarela
perfecta, con pinceladas mágicas recreadas por la genialidad del destacado
artista cañarense José Cela, que plasma en cada trazo tan vívida expresión,
hace que me traslade en un “fascinante viaje imaginario”. Hago una pausa en el ajetreo
del incesante tiempo y, me detengo en una extensa planicie, de donde al Hatun
Cañar, lo diviso: Hay pueblito añorado y recordado donde acogen aquellos sentires,
de preciados seres por mí, siempre venerados y amados…
El viento me
acompañaba, en mi sempiterna melancolía y con ese característico “uuuuuuuu”
deja entrever un halo de misterio, luego pasa a alborotar mis cabellos, dando
la suave impresión de que quiere jugar conmigo.
Más acasito, entre
la vasta cordillera sobresalen el Taita Buerán y Mama Zhinzhona, eternos y
celosos enamorados… A lo lejos el Nudo del Azuay, puerta divisoria e imaginaria
de la Gran Nación Cañari, que entrelaza y hermana a sus diversas comunidades,
lanzando una proclama fulminante desde el centro de la madre tierra, que nos
pide, con un grito clamoroso: volver los ojos hacia el cuidado de nuestra
“naturaleza viva”.
Hago una pausa,
inhalo y exhalo la pureza de su aire, nuevamente vuelvo la mirada y recreo el
encanto que encierra cada rincón de mi pueblito añorado, asiento ancestral de
una cultura milenaria. Es así que en un cúmulo de curvas serpenteantes,
descendiendo en medio de páramos, más arriba de Huayrapungo, entre otros
afluentes más, que se unen en su recorrido; luce espléndida el remanso cual
espejo de agua de la esbelta laguna de culebrillas: origen, mito y leyenda de
la leoquina, gran serpiente que propagó a los hijos de mamá killa y cuál
conjunción de los astros en una nueva deidad acogió a taita inti. Así fue que
con sangre e hiriente dolor, se procedió a diezmar pueblos aborígenes, en la
conquista y expansión del Incario. Pero
hoy, cual tregua que consolida la paz, pervive entre nosotros, el mayor
complejo arqueológico del Ecuador, Ingapirca…
Cierro los ojos
para agudizar los sentidos, viniendo hacia mí los sonidos de quipas y bocinas,
de guajairos y de tambores, entre otros más; sonidos ancestrales, convocando a
la minga, para estrechar lazos y volver a unificar a las comunidades de la
comarca cañari, como una sola mazorca de maíz.
De pronto, el mismo huaira, inquieto
y travieso, sopla fuertemente. Es una
clara invitación de que debemos abrir los ojos y con energías renovadas, seguir
esparciendo nuestro legado, prodigando la buena nueva, de perentorios rumbos de
verdadero cambio… Pidiendo permiso a la madre tierra y agradecido con esa
fuerza suprema que me bendice, me levanto para seguir con este laborioso
trajinar…